Atenas, la peste y Pericles
En el año 431 antes de Cristo Atenas se encontraba en su
segundo año de la Guerra del Peloponeso con los espartanos. El año anterior,
Pericles, el dirigente ateniense, había convencido a sus conciudadanos para no
aceptar las condiciones espartanas para una paz deshonrosa. La ciudad se había
recuperado y reconstruido después de las destrucciones de los persas y apuntaba
a mayores logros como potencia marítima.
Con la guerra llegaron las primeras muertes lo que dio lugar
a que Pericles pronunciara la famosa Oración fúnebre en la que describe con tal
nitidez y profundidad el concepto de democracia que hoy se sigue estudiando en
las facultades de Ciencias Políticas. La presión espartana llevó a miles de personas
a refugiarse en la ciudad y con el buen tiempo estalló la peste dentro de los
muros.
Cuenta Tucidides, que fue uno de los contagiados, que se
inició en Etiopia, aunque teniendo en cuenta los tráficos marítimos de entonces
es probable que hubiese llegado en barco desde oriente; el caso es que en barco
o en camello descendió por el Nilo para después cruzar hacia Palestina y Asía
Menor, para atracar en el puerto de Atenas en uno de los muchos barcos
mercantes.
Los médicos no sabían cómo tratarla e iban cayendo uno tras
otro al visitar a los enfermos ¿Les suena? también lo hacían familiares y
amigos. La mortandad era tal que faltaba madera para quemar los cadáveres y se
multiplicaban los que se enterraban en cada tumba. Pero la peste pasó y
Pericles, de nuevo, habló a sus conciudadanos dispuestos a rendirse a Esparta.
Apeló al espíritu de la ciudad y de sus compatriotas, a la necesidad de
sacrificarse y al convencimiento de que después vendrían tiempos mejores y
Atenas renacería. Habría que esperar al “Sangre, sudor y lágrimas” de Churchil
para otro semejante.
Pero claro, era Pericles, y nosotros tenemos a Sánchez. Su
época de gobierno se conoce como el Siglo de Pericles y se caracterizó por la
acertadísima selección de los hombres que le secundaban a él como estratega y
por ser el periodo cumbre de la literatura, escultura y arquitectura griegas.
Él también sufriría los efectos de la peste y aunque sobrevivió lo haría por
poco tiempo.
Vemos que lo fundamental en tiempos de aflicción es el
liderazgo, ese del que estamos tan escasos en estos momentos, ese que es capaz
de dar órdenes precisas a unos lugartenientes elegidos con exquisito cuidado en
función de su valía personal y conocimientos, ese que cuando se dirige a la
ciudadanía lo hace para ofrecerle esperanza y no desconcierto, que mide sus
palabras para que el oyente no se pierda en ellas. Los líderes atenienses se
formaban en las escuelas de Atenas y se forjaban en la toma de decisiones del
campo de batalla y cuando la Asamblea elegía a sus estrategos podían
equivocarse pero al menos eran líderes contrastados. Comparen.
Raúl Suevos
A 30 de abril de 2020
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