Tormentas, refugios y regodones
Centauros del desierto es una
película que todos los años reponen en alguna de las cadenas en abierto. No me
extraña, es, con seguridad, una de las mejores entre las del oeste. La cosa va
de John Wayne, es decir, de uno de los grandes personajes que solía hacer este
actor, el más admirado y querido durante varias generaciones de
norteamericanos, y también fuera de su país.
Un John Wayne ya otoñal hace de
antihéroe, de perdedor romántico. Vuelve derrotado de la Guerra de Secesión con
los del Sur, los esclavistas, y al poco, los apaches, o los comanches, ya no me
acuerdo, matan a su familia y se llevan raptada a su sobrina. A partir de ahí,
y acompañado de otro sobrino, se dedicará durante años a perseguir a los indios
para rescatar a su sobrina. Se convierte en the
searchers que así es como se titulaba originalmente.
La peli, de un xenófobo que te
mueres, es un compendio de todos los tópicos de la época. Los indios son
obstáculo para el progreso y la civilización, y al pueblo elegido, los USA, no
les queda otra que responder a sus provocaciones. Hoy en día, algo así, no
encontraría financiación y no llegaría ni a estrenarse. Afortunadamente John
Ford estaba allí y, aunque ahora sea políticamente incorrecta, es un peliculón
por estructura, ritmo, encuadres, color y, sobre todo, los exteriores y John
Wayne. Me encanta.
Hay una escena que me motiva
especialmente. Los dos centauros avanzan por una zona semidesértica –el
Monument Valley- al caer la tarde y con unas negrísimas y amenazantes nubes
cerrando el fondo del encuadre. Buscan refugio donde guarecerse y la banda
sonora, buenísima también, suena a cansancio, casi a extenuación y también a
peligro. La arena y rocas rojizas del primer plano, con el colorido de los
jinetes y el fondo luctuoso conforman una imagen casi impresionista.
Espectacular.
Tarantino es otro gran director.
Con un ritmo siempre trepidante hace de la violencia un espectáculo coral.
Desde Pulp Fiction para acá es un no parar de escenas antológicas aunque yo me
quedo siempre con Salma Hayek bailando en “abierto hasta al amanecer”, cuyo
guión lleva su sello; el esoterismo y voluptuosidad de la primera parte seguido
de la bacanal sangrienta solo se le puede ocurrir a un genio o a un enfermo.
Una de sus características, que ahora son tendencia, es la utilización de
música comercial para componer la banda sonora de sus películas. Casi siempre
de manera muy acertada.
He estado preguntándome por la
música que Tarantino colocaría para la escena de Centauros y creo que la he hallado.
Iba yo el otro día, harto como siempre de las tertulias políticas radiofónicas
y los de Rock FM me dieron la solución, “Gimme shelter” de los Rolling es la
canción perfecta. Habla de la tormenta que viene, la guerra, y de la necesidad
de refugio. Tiene la fuerza bruta del rock y oyéndola uno se imagina a los
jinetes cabalgando en busca de un abrigo.
En youtube hay una grabación de
un concierto de los Rolling, en la gira del 16 creo, en Ciudad Juarez. Merece la pena verlo. Los
Rolling, que para sus giras suelen escoger con mucho cuidado, la
corista/solista acompañante, en esta ocasión van con una voz negra impresionante,
por la voz y por el físico, parece Lisa Fischer pero no estoy seguro. Su voz
potentísima y sus movimientos felinos, de pantera, llenan el escenario. A su
lado Keith Richards, clave de la composición con sus acordes, parece un
patético abuelo apoyado en su guitarra como si ésta fuese una muleta y Jagger,
siempre protagonista, se transmuta en mero acompañante.
El ritmo en el escenario es
tremendo, la canción se impone en el ambiente de forma poderosa y a mí me
parecía ver cabalgar a Wayne y su sobrino por las lomas y pendientes del
Monument Valley. Una pena que en la época de Ford no se usase esta solución para
las bandas sonoras. O Ford se adelantó o los Rolling llegaron tarde. Una pena.
Gijón, junio de 2017
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