En la Porta Nigra de Tréveris

 

Hace años tuve la oportunidad de pasar un fin de semana en la monumental ciudad alemana de Tréveris. Cargada de atractivos restos históricos que van desde la imponente basílica de Constantino, posiblemente el más antiguo edificio de ladrillo aún en uso hoy en el mundo, hasta el más reciente y modesto museo de la casa natal de Carlos Marx, donde es posible entretenerse viendo las características de los variopintos especímenes del género humano que a él acuden en reverente procesión.

Hay muchos más elementos de interés en la ciudad, y también es posible delectarse, aquellos capaces de olvidar el demonio del colesterol, con el potente codillo o la fastuosa chucrut. Pero a mí lo que más me impresionó fue la Porta Nigra, quizás la más potente e impresionante de todas las construidas por el Imperio romano y aún hoy toda ella en casi perfecto estado. No era para menos, allí estaba el confín germánico y había que defenderlo a todo trance.

La construyeron, dicen, en el año 180, cuando aún quedaban unos cuantos para el derrumbe final, y cuando ya hacía tiempo que los romanos empleaban a gentes de los pueblos sometidos como tropas auxiliares, pero aún no habían empezado con la contratación de pueblos enteros de bárbaros para que les hiciesen el trabajo. Eso llegó cuando los romanos se hicieron blandos y ociosos, decadentes, cuando morir por Roma ya no era interesante. Ahí empezó la caída.

Esta semana se celebrará una cumbre entre Europa y la Unión africana en Bruselas para tratar de ver cómo encauzar los problemas de seguridad en la región. A ella no serán invitados cuatro países sahelianos recientemente subvertidos mediante golpe militar. Tampoco acudirá Rusia, que con el grupo Wagner, empresa global de mercenarios, se va extendiendo por el territorio; ni veremos representación china, el gran inversor económico en la zona, con draconianos contratos que acabarán de hipotecar el futuro de esos países; ni mucho menos los grupos yihadistas que asuelan cada día más grandes zonas de la región. Irán los de siempre, y trataremos de arreglarlo como siempre, con dinero para los oligarcas y misiones de instrucción y adiestramiento de los ejércitos de la zona.

Ya no tenemos Portas nigras, ni legiones que las vigilen, o cabría decir, voluntad de emplearlas, y cada día, como ocurriera hace siglos a los romanos, vemos cómo, de una forma u otra, el Limes se hace más poroso y por el llegan grupos de desheredados cuya imagen se aleja de la de aquellos bárbaros pero que no son más que el heraldo de la caída del Imperio europeo, acosado como entonces, no por los enemigos exteriores sino por la propia decadencia. Ye lo que hay.

Raúl Suevos

A 14 de febrero de 2022

Traducción en asturiano en abellugunelcamin.blogspot.com


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