Rusia futura vasalla de China
Al personal de mi generación el conocimiento sobre China se
le quedó en las imágenes de aquella preciosa y tendenciosa película, 55 días en Pekín, que contaba, a su
manera, la que fue una de tantas intervenciones sufridas por la dinastía Quing durante el siglo XIX a manos de las potencias occidentales. En ese lance pequinés, hasta nosotros,
los españoles, estábamos presentes, aunque no alcanzo a comprender qué leches
hacíamos allí.
Antes de eso los chinos habían sufrido las ignominiosas
guerras del té a manos del Imperio británico, que les llevaron a firmar unos
acuerdos comerciales absolutamente desfavorables para sus intereses. Al norte,
en la cuenca del rio Amur, en Siberia, fueron los rusos, a mediados de aquel siglo,
los que impusieron la fuerza de sus armas y su persuasión hasta que lograron
hacer firmar a los chinos un tratado que en 1858 les cedía unos enormes
territorios en esa remota región.
China nunca ha renunciado a esos territorios y en 1969
tuvieron lugar unos incidentes, con un número de muertos chinos de difícil cálculo,
que dan cuenta de que el asunto ahí sigue, y que entonces no llegó a mayores
por el miedo de ambas potencias nucleares a que se les fuese de las manos.
En tiempos más recientes la prensa escribió sobre la invasión
pacífica china a manos de pequeños comerciantes que llegaban a esos territorios
y amenazaban con una reconquista poblacional, pero la escasísima población del
territorio no daba para una llegada masiva de pequeños comerciantes y el asunto, poco a poco, desapareció de las páginas de la prensa.
Ahora, con la guerra de Ucrania aún viva, y las sanciones
occidentales con larga trayectoria por delante, nos enteramos de que las
exportaciones rusas a China han crecido un 26% en el último mes, y las importaciones un 12%, y lo que te
rondaré morena. Es una situación que, conociendo las prácticas comerciales
chinas, con contratos draconianos en los que el pago en materias primas y
tierras está a la orden del día, pinta bastante mal para el futuro de la Rusia de Putin.
Depender casi de un solo proveedor y cliente, como será el
caso, no augura nada bueno para quien se encuentra en esa situación, la contraria
a la que representa un mercado abierto y plural. China jugará la carta de la ambigüedad,
algo que se le da muy bien, manteniendo sus relaciones comerciales con el resto
del mundo y, a la vez, suministrado los insumos que Putin necesite a un precio
creciente, y sometiendo a su teórico amigo ruso a lo que acabará siendo un
vasallaje económico y, quién sabe, también político.
Dicen que los árabes son los maestros del tiempo pero, cuando
nació el Islam, China ya era la cultura más vieja del mundo, y ahí sigue,
esperando.
Raúl Suevos
14 de abril de 2022
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