La Rusia de Putin
Esta mañana he podido ver una encuesta de un pariente ruso de
nuestro CIS que da mucho que pensar. Al parecer, el apoyo a la “operación
especial”, es decir, la invasión de Ucrania, crece en la población rusa
conforme crece su nivel de ingresos, y así encontramos que aquellos que tienen
dificultad para comprar comida sostienen la invasión al 39%; les seguirían los que tienen problemas para comprar ropa, que lo hacen al 47%; hasta llegar a los que pueden comprarse lo que quieran, es decir, más o menos nuestros
simpáticos compradores de viviendas en las costas mediterráneas, que apoyan la
decisión de Vladimir al 67%. No es necesario aclarar que los porcentajes de
desafección van a la inversa, y que las cifras, en general, se justifican en el
apabullante peso de la información de estado en ese país.
Detrás de esos números se esconde una sociedad que ha llevado
el sistema capitalista, amparado en un radical cesarismo democrático, a
extremos inimaginables en occidente; entre otras cosas, porque, gracias a Dios,
aquí aún nos funciona mínimamente el sistema de información pública y, por
supuesto, un sistema de garantías políticas que, pese a sus deficiencias, es
infinitamente superior al que disfrutan los rusos. El resultado de todo esto es
una sociedad con dos estándares de vida diferenciados; de un lado las grandes
ciudades rusas y del otro las lejanas y abandonadas provincias; y aún así, en
las capitales rusas también encontramos una pauperización de la clase
trabajadora que pone el sistema en permanente equilibrio inestable.
Las rentas del trabajo son tan miserables que la industria de
microcréditos ha crecido de forma desaforada, endeudando a las familias a
niveles desconocidos en el país y provocando el crecimiento espeluznante de la
cifra de suicidios que se justifica en la incapacidad para pagar las deudas y,
previamente, el consumo de vodka de bajo precio para ahogar las penas. En el
lado esperanzador, para algunos individuos, nos encontramos la fuga de jóvenes
universitarios hacia el exterior; fuga incrementada desorbitadamente desde que
se inició la invasión de Ucrania y el personal con acceso a información
fehaciente tomó conciencia de la situación que les viene encima, sea el que sea
el resultado sobre el campo de batalla.
La última decisión de los jerarcas del Ejército ruso ha sido
la de abrir las filas a mayores de 40 años, justificándolo en la necesidad de personal
preparado para la utilización de las nuevas y más sofisticadas armas
actualmente en uso en el campo de batalla, pero lo cierto es que tras ello se
esconde una incapacidad manifiesta para alistar personal con el que recuperar
las unidades diezmadas en el frente ucraniano. Esperan que algún padre de
familia abrumado por el peso de las deudas se decida a incorporarse a la
carnicería. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 22 de mayo de 2022
Comments
Post a Comment