El Mazucu, la última batalla de montaña
Las distintas leyes de memoria histórica, de carácter
nacional o regional, están dando para episodios bastante chuscos a lo largo y
ancho del territorio patrio. Situaciones en las que, apelando a esas leyes, se
eliminan escudos, vidrieras o cualquier símbolo que se pueda relacionar con el
régimen del general Franco. En algunos casos el afán purificador se enfoca en
la retirada del nombre de calles, plazas o avenidas, con el resultado, en
ocasiones, de que se cae en el ridículo del anacronismo, poniendo en evidencia
la falta de cultura básica de algunos de los componentes de las distintas
administraciones implicadas.
Suelen ser las figuras militares de aquella época, las de
mayor graduación y renombre, las que han visto con más frecuencia sus nombres
sometidos a esta moderna damnatio
memoriae pero, a veces, son soldados de diferente graduación, que
alcanzaron renombre y honores por el valor del que hicieron muestra en el
combate, los que se ven también condenados al olvido por estas leyes que, en
opinión de este escribidor, llevan en sí mismas una semilla que no debiera
plantarse en el campo del heroísmo militar puesto que las gestas que muestran
el valor en el combate son siempre un referente positivo para las generaciones
venideras.
En estas líneas pretendemos recordar la que pensamos que es
la última batalla de montaña entablada en España. Hablamos de batalla y no de
combate porque en ella participaron los tres ejércitos. De montaña porque las
alturas, las diferencias de nivel, lo compartimentado del terreno, y la
climatología adversa así la describen. La última porque durante la guerra
incivil aún se dieron combates en terreno de montaña, algunos muy duros como
los tenidos en el Pallars leridano en torno a la montaña de Sant Corneli, pero
sin la envergadura de la Batalla del Mazucu, elemento clave para la toma de
Asturias en la campaña del norte del año 1937.
LA SITUACIÓN GENERAL EN 1937
Pasadas ya las iniciales esperanzas de un conflicto corto, ese
año mostraba a España desangrándose, con dos contendientes de similares fuerzas
y bajo la influencia política de las potencias que apoyaban a uno y otro bando,
mucho más evidente y notoria en el caso del gobierno republicano que veía en
ese periodo como, a mediados de mayo, era derribado de la presidencia del
gobierno Largo Caballero para colocar al más dúctil, para los intereses
moscovitas, Negrín y, posteriormente, también la salida del ministerio de
defensa de Indalecio Prieto, poco dócil. En lo económico, la salida de las
reservas de oro para Moscú y el asalto a las cajas blindadas de las entidades
bancarias había dejado la cotización de la peseta gubernamental por los suelos.
En el lado del general Franco el conflicto interno parecía
resuelto con la creación de la Falange española tradicionalista y de las JONS,
a cuyo frente se colocaba el propio general y donde se aglutinaban todas las
fuerzas conservadoras, y un gobierno equilibrado en el que se daba asiento a
las distintas corrientes políticas, incluyendo las monárquicas, añadiendo una
gestión económica más racional y solvente cara al exterior, lo que afianzaba el
necesario crédito para alimentar la guerra.
En el plano militar el mes de marzo contempla una nueva
ofensiva sobre Madrid por el eje de Guadalajara a cargo, principalmente, del
CTV, Corpo di truppe volontarie italiane, en el que se emplea por primera vez
la táctica de romper con una formación de carros de combate seguida de tropas
de infantería motorizada que, pese al éxito inicial, se verá detenida por el
mal tiempo y la reacción republicana.
Para final de mes, en el norte, el general Mola inicia la
ofensiva para apoderarse de las provincias vascas, continuando en abril; un mes
que observa también intentos republicanos de conquistar Huesca en los que
participa como voluntario internacional un entonces desconocido George Orwell,
de lo que nos dará cuenta pormenorizada en su Homenaje a Cataluña.
En lo político es un mes complicado pues la unificación por
decreto de la Falange y los Carlistas no será sin resistencia y más de un
millar de detenciones, incluyendo la de algunos de sus líderes. En el bando
republicano, especialmente en Cataluña, algo similar sucede con los
enfrentamientos entre comunistas y anarquistas, que serán sangrientos
enfrentamientos en Barcelona durante los primeros días de mayo.
En el norte siguen las operaciones con el avance lento pero
constante de las fuerzas de Mola, con el bombardeo el día 25 de Guernica que,
al encontrarse en las proximidades un corresponsal extranjero, comportará un
enorme clamor internacional. Seguirá mayo con distintas operaciones y el
constante avance en el norte, produciéndose la muerte de Mola en accidente
aéreo y dando paso a un junio en el que, para el día 19, se ocupa Bilbao sin
que los batallones del PNV efectúen la destrucción de las instalaciones
industriales que el gobierno republicano había ordenado, y mientras, en
Cataluña, se detiene y extermina al anarquista POUM[i]
y sus dirigentes; una depuración de la que el internacionalista Orwell escapará
gracias a un golpe de suerte.
Con los primeros días de julio se inicia la batalla de
Brunete en la zona centro, que durará casi todo el mes, y que no supondrá
apenas avances para ninguno de los bandos pero sí graves pérdidas de hombres y
material; y por el norte, ya controlada Vizcaya, se toma el puerto de Somiedo
entre Asturias y León, como preludio de la ofensiva final, y a la espera de que
ceda la presión en Brunete.
LA SITUACIÓN EN EL
FRENTE NORTE
El 14 de agosto se inicia la ofensiva sobre Santander, que se
supone defienden los gudaris del PNV y distintas milicias comunistas,
socialistas y anarquistas pero, para sorpresa de todos, los peneuvistas
negociaban en secreto con los italianos desde hacia tiempo y las tropas
nacionalistas vascas se repliegan sobre Santoña[ii],
donde entregan sus armas a los italianos sin combatir, a la par que dejan al
descubierto las posiciones en torno a Reinosa y el Escudo guarnecidas por los
milicianos de izquierdas. Para el día 26 el Ejército del norte, a las órdenes,
tras la muerte de Mola, del general Dávila, entra sin apenas bajas en la
capital Santander.
Por parte republicana se inicia una nueva acción estratégica
el 24 del agosto sobre el frente de Zaragoza[iii]
con la finalidad de conquistar la ciudad y, sobre todo, aflojar la presión
sobre el norte que tras la caída de Bilbao se veía muy amenazado, pero, pese a
perder algo de terreno, las numantinas defensas de Quinto y Belchite logran
parar el avance del general Pozas, sin necesidad de sustraer fuerzas del Norte.
Con el final de agosto todo está listo para iniciar el fin de
la campaña en el norte, una operación que, visto lo sucedido en el País Vasco y
Santander, se espera sin complicaciones.
EL MAZUCU
Desde el 25 de agosto, Belarmino Tomás, el mismo que
dirigiera la sublevación de octubre del 34 en Asturias, proclama el Consejo
soberano de Asturias y León, “independizándose” de la República; es el conocido
como “el gobernín”, en palabras del presidente Azaña, lo que dará un cierto toque
folklórico a esta fase final, que tendrá un inicio sangriento con el fusilamiento
apresurado de los 107 presos, entre ellos 80 guardia civiles alzados en Gijón
en julio del 36, que eran trasladados desde Santander y que acabarán sus días
en la playa de La Franca el día 29 de agosto.
La línea inicial de defensa de los asturianos, los llamaremos
así por aquello del “gobernín”, se apoyaba en el rio Deva, que cae
estrepitosamente y permite a los hombres de Dávila llegar el día 5 de
septiembre a LLanes y pensar que sería fácil progresar por el interior, Cares
arriba, para ganar Cangas de Onís y, posteriormente y tras tomar Ribadesella,
formar una tenaza sobre Arriondas, lo que, prácticamente, daría la llave de
toda Asturias.
La rápida caída de la línea del Deva supondrá algunos
fusilamientos en las filas asturianas pero, para sorpresa de Dávila, las
fuerzas del Consejo de Defensa serán capaces de recomponerse y de hacerse
fuertes en la Sierra de Cuera.
Cuando se viaja por la carretera de la costa en Asturias, hoy A-8, es imposible no percatarse de la mole de la Sierra de Cuera, un macizo que se extiende de este a oeste como un gigantesco cigarro habano a menos de 5 km de la costa, con alturas de 1315 metros en el pico Turbina y 1176 metros en la Peña Blanca. Sus laderas, tanto al norte como al sur, son terriblemente abruptas y escarpadas, sin apenas vegetación puesto que se trata de una formación calcárea que en sus crestas presenta todo tipo de dolinas y piedras afiladas y cortantes producto de la milenaria erosión, algo que supondrá un enorme sufrimiento para el personal y ganado atacante.
A dos tercios de la sierra se abre un paso natural, el puerto
de la Tornería, con el pico Turbina y la Peña Blanca de fondo, por donde sube
desde Llanes una sinuosa carretera. Detrás del puerto se encuentra el
encantador y pintoresco pueblo del Mazucu que dará nombre a la batalla.
Enfrente, casi pegada a Llanes, encontramos una rasa litoral, hoy asiento de un
hermoso campo de golf y que entonces albergaba el campo de aviación que
serviría de base para las escuadrillas de la Legión Cóndor apoyando la
ofensiva. Más allá, en un Cantábrico dominado entonces por la pequeña armada
del general Franco, se encontraba el crucero Almirante Cervera en disposición
de apoyar con sus fuegos los ataques de las brigadas navarras.
Desde la dominante posición del Cuera se tienen a tiro las
dos vías que conducen hacia Gijón y la aún sitiada Oviedo. Tanto la carretera
de la costa como la que serpentea encajonada junto al rio Cares hacia Arenas de
Cabrales y después a Cangas de Onís no serán operativas hasta que no se
conquiste la Sierra de Cuera. Hay que tomarla.
Dávila despliega 4 brigadas navarras a las órdenes del
general Solchaga. La I al mando del coronel García-Valiño cuenta con unidades
como el regimiento América, diversos tercios de requetés y varias banderas de
falangistas, además de algunas baterías de 70 mm y 105 mm. Era esta unidad la
más fuerte de las desplegadas y, quizás por ello, lidiaría con lo más duro, el
puerto de Tornería, el Mazucu.
La IV brigada navarra, al mando del coronel Alonso Vega,
avanzaría por la costa con sus batallones de línea y su tabor de regulares,
apoyados por una batería de 65 mm y dos de 105 mm. Al coronel Bautista Sánchez,
con su V brigada navarra compuesta de unidades de línea, requetés y regulares,
más cuatro baterías de montaña a lomo y una de la Legión Cóndor, le
correspondió la ardua tarea de combatir las crestas de la Sierra de Cuera y su
costado sur, lo que acabaría convirtiéndose en una épica misión.
Finalmente, la VI brigada navarra, al mando del coronel
Abriat, debía avanzar por las Peñamelleras, a caballo del rio Cares y superando
las resistencias que el compartimentado terreno ofrecía, Este dispositivo
alcanzaba unos 33.000 hombres que contaban con el apoyo de la aviación nacional
desde Santander y Llanes y también de parte de los bombarderos de la Legión
Cóndor, además del ya señalado apoyo artillero del crucero Almirante Cervera y
una batería alemana de 155mm avanzando con la VI.
Las fuerzas de la República contaban inicialmente en la línea
del Deva con dos divisiones –teóricas- al mando de los tenientes coroneles
Ibarrola, un eficiente oficial de la Guardia Civil, y del teniente coronel
Francisco Galán, militante comunista, hermano del Fermín de la sublevación de
Jaca del 31 y que, pese a ser teniente retirado de la Benemérita en julio del
36, había hecho fulgurante y sorprendente carrera en tan breve espacio de
tiempo.
Tras la caída del Deva se reorganizan y, en el eje del
Cares-Cabrales y el Cuera, acabarán por asentarse tres brigadas nominales –hubo
relevos y refuerzos- al mando del comunista Manolín Álvarez, el anarquista
Higinio Carrocera y el comunista Baldomero Fernández Ladreda; mientras que en
el Mazucu se asienta una brigada vasca al mando de Arriaga, antiguo oficial de
carabineros, y en las alturas de Peñas Blancas operará un batallón de
infantería de marina republicano vasco al mando del antiguo guardia civil
Benito Reola. Escasos de artillería cuentan, sin embargo, con muchas ametralladoras,
algo que sufrirán los atacantes.
El día 4 García Valiño y Alonso Vega avanzan y ocupan Llanes,
y su aeropuerto al día siguiente, replegándose ordenadamente el grueso
republicano hacia la línea del Sella. Al tiempo y por el sur, la 6ª brigada
navarra, tras ocupar una incendiada y abandonada Potes, avanza por el
intrincado interior para enlazar con la fuerza que desde Riaño sube a los
mandos del coronel Muñoz Grandes.
Desde Llanes se iniciaría el durísimo asalto al Mazucu,
defendido en la zona de las crestas del puerto de Tornería con muy buenas
fortificaciones que harían necesarios múltiples asaltos y bombardeos a las
mismas durante varios días, con un gran número de bajas por el lado de los
nacionales. Al final sería el asalto cuerpo a cuerpo el que decidiría su caída.
Subida a Tornería.
Fotografía de Indalecio Mondejar
Llueve en forma el 7 y el 8 mientras, con algún hostigamiento, la unidad de Sánchez Bautista va ganando altura para avanzar hacia Llonín y Alles por las laderas sur de la sierra, mientras por las crestas, con apoyo aéreo próximo, tanto que llega a producir bajas propias, avanzan hacia Peña Turbina los navarros del Tercio de San Miguel. Avance lento y penoso que acabará detenido al pie del pico y que obligara a refuerzos y relevos en las unidades de las crestas que no solo sufren las bajas del fuego de los defensores sino que, además, soportan una climatología inclemente y sin suministros.
Sierra de Cuera desde el sur. Fotografía de Raúl Cueli
Para el día 14, con grande y sufrido trabajo de los
zapadores, la batería está en condiciones de hacer fuego, pero no tiene
alcance, los de transmisiones han tendido una línea y la intendencia logra
suministrar suficientes raciones de previsión; con todo, a 1000 metros de
altura la noche se convierte en una lucha para no sucumbir al aterimiento. El
sol de ese día ayuda a tomar temperatura a los cuerpos castigados.
En el Mazucu, mientras tanto, entre sangrientos y mortíferos
ataques y contraataques, los de García Valiño logran tomar el Cabezo y después
la sierra de Llabres, dominante sobre el pueblo, lo que lo sentencia. Los de
Alonso Vega avanzan también por el flanco para en su momento rebasar a sus
compañeros y afrontar el asalto final a Peñas Blancas. Pero Peña Turbina aún se
mantiene impertérrita en manos republicanas y tiene capacidad para contraatacar
sobre las vanguardias de los navarros causando bastantes bajas antes de
replegarse a sus posiciones.
El Mazucu, a la derecha
Llabres. Fotografía de Raúl Cueli
El 15 se inicia con potente preparación artillera y bombardeo
aéreo que es seguido de asalto a las primeras posiciones del Turbina. Es un
asalto múltiple puesto que lo quebrado del terreno impide uno general, y este
se convierte en una cierta confusión de pequeños golpes que hacen retroceder a
los republicanos, con bajas en ambos bandos.
Seguirá el avance con una nueva preparación artillera, esta vez a cargo de los potentes cañones del Almirante Cervera, que llevará al asalto final sobre Turbina y una larga limpieza de la zona pues la compartimentación no permite relajarse, y sobre el propio terreno habrá que pasar una nueva noche de tiritona. Los republicanos se han retirado dejando sola la posición de Peñas Blancas.
Línea de avance al
Turbina. Fotografía de Indalecio Mondejar
Antes de que se ponga el sol un sobresalto llega para los
nacionales con un caza republicano que en lugar de metralla lanza octavillas
para los suyos; octavillas que no llegarán a las trincheras y en las que les
piden 15 días más de numantina resistencia, a la espera de la llegada del mal
tiempo, y con él la esperanza de paralización de las operaciones; hablan
también de nuevas dotaciones de un armamento inexistente. Quizás ya es tarde.
Forma parte esta acción de la tradicional acción sicológica
en tiempos de guerra, que se centra especialmente en las retaguardias propias,
y así podemos leer en la hemeroteca virtual del Principado de Asturias[i]
como en esos días la prensa describe a la población asturiana una imagen
esperanzadora y alejada de la realidad. A nivel nacional encontramos en el ABC
de Madrid[ii],
y de Sevilla[iii], dos
descripciones ciertamente contrapuestas pero ambas alejadas de la sangrienta y
real situación.
Asturianos y vascos, estos últimos con especial ardor
queriendo quizás borrar las imágenes de traición de los gudaris del PNV en
Santoña, han defendido mucho más allá de lo previsible las posiciones del
Turbina y del Mazucu; ahora quedan solas las tropas de marina vascas que han
tenido tiempo de fortificar las tres alturas de Peñas Blancas. Será un combate
épico y demoledor para ambos contendientes.
El día 16 se inician los asaltos que son rechazados, siguen
el 17 bajo la niebla y la lluvia con igual suerte. El 18, con apoyo aéreo y
nevada en las alturas, tres ataques son repelidos en la misma línea de
trincheras. Siguen días de continuos asaltos a cargo de la VI brigada navarra
con apoyo artillero, naval y aéreo hasta que, por fin, el día 22 cae la
posición principal donde se contabilizan más de cien cadáveres sin evacuar. La
batalla del Mazucu ha terminado.
Vista norte del Cuera desde el aeródromo de Llanes
LA SANGRIENTA
CONCLUSIÓN
Distintas fuentes hablan de 8000 bajas nacionales, 2500
muertos, y más de 3500 republicanas, 1500 muertos. Hubo, como no podía ser de
otra manera, grandes muestras de heroísmo, aunque también de cobardía, con
fusilamientos sumarios y con gestos de valentía a cargo de distintos
dirigentes, en ambos bandos. El tiempo y el terreno fueron inclementes durante
la batalla haciendo las operaciones aún más duras.
Ese otro tiempo que tan duramente habían ganado los
combatientes republicanos no sirvió para casi nada. El día 21 de octubre caían Gijón y Avilés, y con ellas el frente
norte desaparecía. Los dirigentes del “gobernín” no fueron diligentes para
fortificar el Sella y solo el heroísmo de unos pocos logró dar tiempo para que
algunos políticos y mandos pudiesen burlar el tenue bloqueo naval y pasar a
Francia para luego, algunos, reincorporarse a Valencia o Barcelona.
Los héroes de la batalla, la tropa combatiente, por parte
nacional soldados de quinta y voluntarios, y por parte del Consejo soberano
voluntarios y reclutas forzosos, no tienen nombre, ni siquiera una calle los
recuerda en Asturias pero, en relación con los jefes sí podemos seguir sus
trayectorias: Dávila llegaría a ser ministro del Ejército; Solchaga alcanzaría
el empleo de teniente general significándose políticamente en el manifiesto
monárquico; Muñoz Grandes mandaría la División Azul en la segunda Guerra
mundial y después el Ministerio del ejército; Bautista Sánchez también alcanzó
las tres estrellas pero su muerte, relacionada con su filiación monárquica,
dejo algunas incógnitas sin resolver; García Valiño, también teniente general y
Alto comisario de España en Marruecos; finalmente, Alonso Vega alcanzaría la Dirección
general de la Guardia Civil.
En el lado republicano, Ibarrola y Galán conseguirán escapar
por Gijón, siguiendo las vicisitudes de la guerra el primero acabaría
prisionero en Alicante, para después ser condenado y depurado, acabando su vida
en su Güecho natal; el segundo, en cambio, pasaría por Rusia para acabar en
Cuba, donde moriría después de ser instructor de los combatientes castristas.
Manolín Álvarez conseguirá también escapar para
reincorporarse al ejército republicano y acabar cayendo en los combates de la
ofensiva del Ebro; Higinio Carrocera se niega a abandonar a sus hombres y es
detenido en Gijón para tras juicio sumario ser fusilado[i];
Fernández Ladreda, comunista convencido, se tira al monte, como tantos otros,
pero, años después se distancia del PCE y, posiblemente por una delación
interna, es apresado, juzgado y ajusticiado en 1946. Belarmino Tomás, el
presidente del Consejo soberano, el “gobernín”, también lograría escapar, como
ya hiciera en el 34, acabando sus días en Méjico.
El Mazucu fue una batalla en la que se produjeron derroches
de heroísmo por ambas partes pero hoy en día la polarización política no parece
que sea el mejor caldo de cultivo para promocionar valores que son siempre
necesarios en el devenir de las naciones. En el Mazucu no hubo más
intervinientes que los combatientes, era un enfrentamiento sin apenas
poblaciones, y estas se habían evacuado. Españoles matándose y muriendo en un
trágico combate de montaña, vaya en estas líneas mi homenaje y respeto a todos
ellos.
Raúl Suevos
Coronel de Infantería (retirado)
BIBLIOGRAFÍA Y
FUENTES
Aznar, Manuel. Historia
militar de la guerra de España.tomo II. Ed. Nacional, Madrid, 1969.
Gárate Cordoba, José María. Mil días de fuego. Luis Caralt ed. Barcelona, 1972.
Madariaga, Salvador. España,
ensayo de historia contemporánea. Espasa Calpe, Madrid, 1989.
Orwell, George. Homage
to Catalonia. Ed Penguin modern classics, London, 2000.
VVAA. La guerra civil
en Asturias. Ed Jucar, Madrid, 1986.
[i]
Carrocera, uno de los más famosos combatientes asturianos, era anarquista de
larga trayectoria y había participado en los asaltos a los cuarteles de la
guardia civil durante la revolución de octubre; también había formado parte del
asalto final al cuartel de Simancas en Gijón, acciones ambas que, posiblemente,
le hiciesen tener cuentas pendiente.
[i]https://bibliotecavirtual.asturias.es/i18n/publicaciones/listar_numeros.cmd?tipo_busqueda=rangofechas&busq_idPublicacion=
[i] Partido obrero de unificación marxista
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