La vida de un Guardia Civil
No conozco su edad, tampoco si tiene mujer o hijos, ni
siquiera su nombre, pues la noticia, aún en su fase inicial como producto
económico del mercado de la comunicación, no ha llegado a esa fase de la
explotación; sólo sé que es el jefe de la UEI, la Unidad especial de
intervención de la Guardia Civil.
Es esa unidad, la UEI, tan especial y profesional que casi
nada se sabe de ella pues la reserva es una de sus características, junto con
la profesionalidad al máximo nivel y el riesgo. Este último, el riesgo,
generalmente con la integridad personal como apuesta última, como ha ocurrido
hoy, cuando se cumplen, casi cómo a escondidas, 25 años de la liberación de
Ortega Lara, tras 524 días de abominable cautiverio en un zulo inhumano, es
siempre superlativo.
La UEI actúa en situaciones de especial peligrosidad, como la
de hoy, con secuestro de personas e individuo armado que ya había asesinado
previamente. Su jefe, un teniente coronel, no sólo mandaba, también daba
ejemplo al frente de sus subordinados, y ha sido ahí, en los prolegómenos de
una operación que aún no está finiquitada cuando esto escribo, que ha recibido
un disparo en la cabeza que, probablemente, dejará su humanidad bastante
maltrecha. “La Guardia Civil será un buen presagio para el afligido” dice la
Cartilla del Cuerpo, así ha sido siempre y así sigue siendo.
Es esta Guardia Civil la misma que sigue mal pagada si la
comparamos con Policía nacional, o policías autonómicas, o municipales; la que
ha visto como, por mantenerse firme ante las injerencias de poder ejecutivo en
menoscabo de la ley y la Justicia, ha comprobado como oficiales de la talla del
coronel Corbí o el coronel Pérez de los Cobos eran apartados de sus puestos; es
la misma que desde 1844 sigue sacrificando su vida personal, y en parte la de
sus familias, sin que la noticia de esta última operación dé para abrir las
noticias de los informativos. Ye lo que hay.
Estamos en el primer día de vacaciones estivales para muchos
de nuestros conciudadanos y supongo que, una vez más, que un guardia civil se
deje la piel en el cumplimiento de su deber es algo que, para la mayoría del
personal, no reviste mayor importancia. Hoy toca de nuevo preocuparse por la
próxima ración de gambas y que cada uno apechugue con lo suyo, pero a mí, de
nuevo, me tranquiliza pensar que la Guardia Civil sigue siendo la de siempre,
la que está dispuesta a llevar hasta el final la divisa que luce sobre la
puerta de sus cuarteles, a darlo “todo por la patria”.
Gracias, mi teniente coronel.
Raúl Suevos
A 1 de julio de 2022
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