Los chips de Nancy Pelosi
Esta pasada semana mucho se ha hablado de Nancy Pelosi, la
presidenta –speaker le dicen en su tierra- del Senado norteamericano, el
segundo cargo en importancia en ese país, después del de presidente, que
actualmente cubre Joe Biden. Y ello ha sido debido al inopinado viaje de veinticuatro
horas a la isla de Taiwán, la antigua Formosa de los portugueses y que
nosotros, la España de los Austrias, controlamos durante un breve periodo de
tiempo.
A Nancy la están poniendo a caer de un burro –ignoro si esta
expresión atenta a los principios de la ley de bienestar animal de la Belarra-
porque con su viaje ha desatado la ira de los todopoderosos chinos de Xi
Jinping, que han respondido con unas enormes maniobras en torno y sobre la isla
que han puesto de los nervios a medio mundo por el peligro de que la cosa –el riesgo
de choque militar- vaya a mayores. Que no cunda el pánico.
Respecto a Pelosi conviene recordar que esta señora,
ochentaitantos años, lleva toda su vida política, tan larga como la de Biden,
confrontando con la China comunista de todas las maneras y formas que están a
su alcance, y este viaje no es más que una nueva muesca en su trayectoria. Una
muesca que ella sabe que no irá más allá porque es a los chinos a los que menos
les interesa que vaya a más. Veamos.
El foco de atención bélica mundial está en las llanuras
ucranianas, y aún tiene recorrido, pero los USA hace ya tiempo –presidencia Obama-
que han pivotado hacia el lejano Oriente, hacia el Mar de la China, llamado así
aunque sus aguas son compartidas por muchos países, todos ellos de importancia
vital para el comercio mundial. Allí China mantiene una política de imposición
unilateral sobre sus aguas desde hace años y el crecimiento de sus fuerzas armadas,
especialmente la Marina, preocupa especialmente en Washington.
Pelosi ha ido a Taipei, capital de Taiwán, para recordarle a
China que ellos siguen pendientes de sus movimientos, incluyendo el solapado
apoyo a Putin, pese a que algunas empresas chinas, aquellas más susceptibles a
las sanciones de Occidente, hayan dejado de operar con los rusos; y también
que, por el momento, los Estados Unidos no permitirán una ocupación por la
fuerza de la isla de Chiang kai shek.
Taiwán es el principal productor de microprocesadores del
mundo, con patentes propias u occidentales, con TSMC y su producción de 50M
millones anuales, sirviendo a medio mundo, especialmente a China cuya
maquinaria industrial depende al 70% de los chips importados. La destrucción de
Taiwán supone la de la industria mundial ante la falta de microprocesadores, y
con el “internet de las cosas” hará que esta dependencia sea aún mayor. Ye lo
que hay.
Quizás por todo ello China tenga ya en marcha dos planes para
evitar esta dependencia, para 2025 y 2030. También los USA trabajan en este
campo, y será entonces, cuando ambos puedan prescindir de Taiwán, cuando las
espadas estén verdaderamente en alto; mientras tanto, el viaje de la Pelosi no
es más que una demostración de que la señora tienen los chips bien puestos, y
las maniobras chinas un simple marcar paquete a la manera de Xi Jinping.
Raúl Suevos
A 6 de agosto de 2022
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