El bisturí social de Vladimir Putin
En menos de una semana ya se van viendo algunas realidades en
relación con la movilización decretada por el zar de todas las Rusias. Ya han
llegado algunos de los primeros desgraciados a las unidades del frente, tras recibir
alguna teórica en los autobuses que los llevaban, lo que confirmaría que Putin
busca frenar temporalmente la ofensiva ucraniana a base de reponer las bajas en
las unidades de primera línea con esta carne de cañón enviada desde los
rincones más diversos de la Federación rusa. Se trata de ganar tiempo hasta que
las lluvias de otoño, y después la nieve, conviertan la actual campaña en una guerra
de posiciones, lo que, según algunos, daría tiempo a los rusos para reponer
materiales y adiestrar las unidades en las nuevas tácticas de combate, aunque
para otros, la reposición de materiales sería imposible con las sanciones
occidentales, y el cambio de mentalidad militar lleva años y es imposible de
lograr en el paso de una estación.
En mi opinión Putin está en medio de un grave atolladero. En
el plano interno son evidentes las presiones que recibe del lado más radical de
su aparato, con el expresidente Medvedev como exponente más notorio. La opinión
pública parece estar expresando su opinión al respecto con los 250 mil rusos en
edad militar que han abandonado el país mediante cualquier solución a su alcance;
y no parece que las manifestaciones, incendios de centros de reclutamiento y
atentados a reclutadores presagien que el asunto vaya a mejorar, salvo que
empleen una represión radical al estilo de lo que vemos en Irán.
En el exterior pudimos ver en la cumbre de Samarcanda como Xi
Jinping lo acogía con frialdad; el indio Modi lo reprochaba públicamente, y el
resto de líderes le hacían esperar en sus citas bilaterales. Putin está solo,
aunque esto no asegura que la guerra por ello será más corta. Sólo un
desmoronamiento del sistema político ruso podría lograr en este momento el fin
de la guerra. Y mientras tanto asistimos a una auténtica criba social con tintes
de limpieza étnica.
El nebuloso decreto de movilización está dando a los
gobernadores regionales la capacidad para actuar impunemente y los datos que
llegan muestran que no se respetan en absoluto los criterios anunciados. Los
detenidos en las manifestaciones en edad militar son enviados al frente; las
regiones con minorías étnicas son especialmente reclutadas, como los casos de
Buriatia, Yakutia o Daguestán, con tasas del 3% mientras en San Petersburgo y
Moscú no se alcanza el 0,5%.
Los tártaros de Crimea, auténticos dueños de esa región,
quienes "acordaron" entrar en el Imperio ruso con Potemkin, fueron deportados en
masa a Siberia por Stalin, no permitiéndoles regresar a algunos sobrevivientes
hasta 1986; votantes en masa por la independencia ucraniana en el 91, ahora
Putin les castiga con una especial y masiva movilización para ir a morir en los
frentes ucranianos, donde desaparecerán muchos de los opositores del régimen. Ye
lo que hay.
Raúl Suevos
A 28 de septiembre de 2022
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