Il presepre
Circula estos días por las redes un pequeño vídeo en el que
la presidente del Consejo de ministros de Italia, la señora Giorgia Meloni,
hace una precisa defensa de los festejos navideños y de lo que representan; y
lo hace de forma firme y al tiempo cercana, pues lo afirma desde su condición
de madre y delante de un "presepre". Va subtitulado aunque su italiano es muy claro y fácil de comprender
para cualquier español.
Nosotros lo llamamos también pesebre, seguramente por
tradición napolitana, de donde llegaron de la mano del rey Carlos III, que allí
también había sido rey antes de serlo de España, y es que, entonces, ese era un
oficio bastante movido. Aunque también belén o, simplemente, portal, son denominaciones
extendidas en España.
El asunto resulta siempre entrañable, y sin duda a la señora
Meloni le habrá servido para dulcificar su imagen, presentada poco menos que
como un basilisco por aquellos de ideologías contrarias a la suya, y que ahora
descubren a una “mamma” italiana. Y además de entrañable representa la
tradición católica, también en entredicho en esta España en la que cada vez más
te felicitan las Fiestas; que está muy bien, pero que te deja en la duda de si
no te estarán escamoteando el hecho de que lo que se celebra es la Fiesta por
antonomasia, la Natividad del Señor. Y lo dice un descreído que aún cree en la
importancia de la tradición católica.
Nosotros en casa somos muy de pesebres, en plural, aunque
pequeños. Tenemos unos cuantos, o debería decir mejor que los tiene mi mujer,
que ha sido quien los ha adquirido. Tenemos de todos los países en los que
hemos vivido, también de Méjico, donde vivieron muchos años mis cuñados, y a
quienes visitamos. También de Cuba, uno muy humilde hecho con retales de latas
de cerveza cogidas en el basurero, casi la mejor representación del país,
convertido actualmente en un vertedero del mundo y compitiendo por la bandera
de la miseria con su vecina Haití.
El que recibe es siempre el mismo, muy tradicional, muy
pequeñito, muy de barro, muy murciano; con la licencia estética de contar con
dos guardiaciviles dando seguridad al niño Jesús. Algo que nos permitimos por
la relación larga de generaciones con la Benemérita, que aún mantiene un
tricornio familiar. Una licencia sobre la cual no tenemos claro si son los
guardias quienes dan seguridad al Niño, que representaría al pueblo español, al
afligido, o, por el contrario, es el divino infante el que protege al Cuerpo,
hoy acosado desde múltiples ángulos, siendo el que corresponde al poder
ejecutivo, a quien siempre ha servido con lealtad, quizás el que más peligro
para su pervivencia trae.
Feliz Navidad.
Raúl Suevos
A 21 de diciembre de 2022
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