Kissinger cumple cien años
Quizás para preparar la celebración, que se producirá en mayo
próximo, el antiguo secretario de estado de Richard Nixon se ha despachado con
una intervención en The Spectator,
una de las grandes cabeceras mundiales en política internacional, en la que
aboga por una salida negociada en Ucrania. Y se ha liado parda.
Los que más cabreados se han mostrado han sido los
ucranianos, y es comprensible, pues el plan empieza por volver al 24 de
febrero, es decir, ceder gran parte del Dombás y Crimea a los rusos. Y por ahí,
como Zelensky ha recalcado estos días en Washington, no están dispuestos a
pasar. Quieren todas sus tierras, reparaciones económicas y juicios a los
responsables de delitos de guerra. Y parece razonable vistos los padecimientos
del pueblo ucraniano.
Pero conviene no despreciar lo que dice el abuelo Kissinger,
que tiene, pese a su avanzada edad, la cabeza en su sitio, y atesora más
experiencia internacional que nadie en el mundo actual. Y al abuelo Henry le
preocupa el vacio que se producirá en el gigantesco espacio ruso, compuesto de
múltiples repúblicas autónomas, con distintas religiones y etnias diversas.
Porque sabe que los vacíos acaban siendo rellenados siempre por alguien.
No quiere este viejo judío bávaro, paladín de la corriente
realista en política internacional, que una guerra perdida conduzca a un
desmoronamiento del sistema político ruso, dueño del mayor arsenal nuclear
mundial, con el consiguiente quilombo en el sistema de seguridad mundial. Y
para quien no sepa el significado del quilombo argentino sólo tiene que mirar
la celebración mundial en Buenos Aires. Eso teme Kissinger.
A mí me parece extremadamente difícil de aceptar su
propuesta, aunque en ella va el ingreso en la OTAN, que actuaría así de garante
securitario del futuro de Ucrania. El sufrimiento ucraniano exige un
proporcional nivel en la expiación por parte rusa. Y en la parte territorial no
veo en modo alguno una posible cesión del Dombás, un páramo industrial cuando
acabe el conflicto, aunque sí que podría verse una situación transitoria para
la Crimea de Catalina la Grande y Potenkim, que debería aclararse en un tiempo
prudencial mediante plebiscito.
En el referéndum de independencia del 89 el Dombás votó por
ella al 87%, unas cifras que bajaron al 54% en el caso de Crimea, cuyo pasado y
simbolismo estratégico hacen que el abandono inmediato no pueda ser aceptable
para Rusia, lo que alargaría la guerra mucho más de lo deseable para Europa, que
sufre directamente las consecuencias, y para los Estados Unidos, que son los
que están apoyando el esfuerzo armamentístico.
Los tiempos, siempre tan importantes, pasan por la figura de
Putin, tan incómoda actualmente para todos. También para los rusos.
Raúl Suevos
A 23 de diciembre de 2022
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