La Democracia en América…y en España
Alexis de Tocqueville, intelectual francés nacido en la
primera década del XIX, escribió entre 1835 y 1840 una obra, que da título a
esta tribuna, que aún hoy sigue siendo la puerta de entrada para el estudio del
sistema político de los Estados Unidos. Totalmente vigente, en ella describe
con claridad el equilibrio de poderes, clave de la democracia según
Monstesquieu, que impera allí y que, en poco más de un siglo llevó a ese país a
ponerse a la cabeza del mundo; donde aún sigue hoy.
En esa separación de poderes brilla especialmente la
independencia judicial a cuya cabeza se encuentra un Tribunal supremo cuyos miembros
son propuestos por el Presidente en ejercicio y confirmados –tras examen- por
el Senado, con carácter vitalicio, algo que les da una total independencia como
se ha podido observar a lo largo de la historia. Con una reciente resolución en
contra del presidente Trump, quien había desequilibrado, teóricamente, el
tribunal a su favor con sus nombramientos. Independencia judicial en estado
puro.
Respecto a Poder legislativo, que tras las últimas elecciones
ha quedado por muy poco en manos demócratas el Senado y en las republicanas el
Congreso, se impone resaltar que los distritos electorales son unipersonales,
con primarias a cara de perro en los dos principales partidos y necesidad de
ingentes cantidades de dinero para financiar las campañas, con una vigilancia
extrema sobre esos ingresos y la amenaza de delito electoral, gravísimo, para los
incumplidores. Allí, no existen las listas, ni abiertas ni cerradas, lo que da
una enorme independencia a senadores y congresistas, y con ella al conjunto de
las cámaras, a las que el Presidente tiene que cuidar y tratar de atraerse,
sobre todo cuando no existe un gran desequilibrio a favor del inquilino de la
Casa Blanca, como es el caso actual.
Por último tenemos al Presidente, poder ejecutivo en estado
puro, y único funcionario de los Estados Unidos que es elegido directamente por
el conjunto de la nación, lo que le da una legalidad total y, además, la máxima
legitimidad; todo ello a unas grandes, no totales, capacidades ejecutivas según
la Constitución que se dieron con el nacimiento de la nación y que, pese a su
sencillez y escaso número de artículos, sólo ha necesitado unas pocas enmiendas
a lo largo de sus más de doscientos años de vida.
Tras esta larga introducción sólo me queda invitar al amable
lector a hacer una somera comparación con nuestro sistema político, con repaso
a los tres poderes, especialmente al judicial, objeto de deseo y manipulación de
los grandes partidos; las listas de obedientes secuaces para las elecciones, y,
la inestable y compleja posición del “histórico” doctor Sánchez. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 2 de diciembre de 2022
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