Golpe en Brasilia
Nos encontramos en España enfrascados en una constante
guerrilla política que se refleja especialmente en las refriegas por el control
del Poder judicial, en sus diferentes formatos de Consejo, Tribunal Supremo o
Tribunal Constitucional, y la legislación que sale del Consejo de ministros y
después aprueban las Cortes.
Hoy hemos tenido ocasión de contemplar, telediarios mediante,
la Toma de posesión de los dos nuevos miembros del Constitucional, y, casi al
mismo tiempo, en las pantallas también podíamos observar las imágenes del
asalto a las sedes de los poderes del estado brasileño, Asamblea, Tribunal
Supremo y Palacio de gobierno, llevado a cabo por turbas, o chusmas, como se
prefiera, de partidarios del saliente presidente Jair Bolsonaro. Unas sedes,
por cierto, faltas de sus diferentes ocupantes en el momento del asalto.
Las comparaciones con lo sucedido dos años atrás en
Washington eran ineludibles, y en algunos casos parecían interesadas, porque
olvidaban el detalle de que allí, en los USA, estaba el Congreso en sesión para
refrendar la victoria de Biden sobre Trump; acción que los asaltantes pretendían
impedir para así paralizar el curso de la legítima sucesión política en aquel
país. Los heridos y muertos serían un añadido a la acción principal,
imposibilitar la acción legislativa.
En Brasilia ya todo el pescado estaba vendido, con el nuevo
gobierno en pleno uso de sus poderes y el presidente Lula de viaje por el país;
lo que hacía del asalto a las sedes del poder del estado un simple caso de
desordenes públicos, al menos con la nueva y boyante legislación sacada
adelante por nuestro gobierno y la mayoría que los sustenta en Las Cortes. Ye
lo que hay.
Llama por todo ello la atención que distintos portavoces de
los partidos que apoyan y forman el gobierno hayan salido a alertar sobre una
ultraderecha española, a la que la mayoría se cuida de identificar pero que
lleva la imagen de Santiago Abascal, que desde su aparición ha hecho constantes
llamamientos al respeto de las leyes, al contrario de la segunda fuerza del
gobierno, inventora del escrache y a la que le falta tiempo para llamar a la
ocupación de las calles cada vez que sufre una derrota en las urnas, algo cada
vez más frecuente. Advertencias, por cierto, que también dirigen al señor
Feijoo, por lo que pueda venir.
Creo que es un enorme e interesado ejercicio de hipocresía
política llamar a lo de Brasilia intento de golpe de estado. No se sostiene
ante la evidencia de las imágenes y la situación en aquel país, pero nos da un
aviso cierto de cómo de inermes nos encontramos ante la nueva situación, tras
la abolición de la sedición y sus sustitución por el delito de desordenes
públicos. Al loro.
Raúl Suevos
A 9 de enero de 2023
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