En la carretera
En los primeros años de nuestro actual sistema de gobierno,
no había político, de aquellos que vestían pana, que no hubiera estado en las
manifestaciones del Paris del 68, tantos que pudiera pensarse que eran más los
españoles que los franceses en aquella ocasión particular. Lo de Paris era como
un mantra identificativo de aquellos con un superior caché democrático.
En los últimos tiempos la pana, al menos hasta que Amancio
Ortega no la ponga de moda, ya no se lleva como distintivo político pero, los
progresiesos o pijoprogres que actualmente pululan por nuestros escenarios
políticos y comunicacionales hace tiempo que han adoptado otro mantra, el de
Jack Kerouac y su “on the road”, una lectura sin la cual uno no puede llegar a
comprender el entramado sociológico de los últimos decenios, dicen los que
saben de esas cosas. Ye lo que hay.
A mí, quinta del 54, no me dio la vida para leer a Kerouac,
lo tengo en la lista de pendientes, pero sí que tuve mi ración de aventura
carreteril pues con 16 añitos, y armado con un petate comprado en el rastro, me
lancé en autostop hacia Madrid desde Asturias, para luego recalar en una
Zaragoza en pleno estallido de cólera, que me daría un encogimiento de esfínteres
que sólo desapareció cuando logré la vacuna tras muchas horas de cola. Después
seguiría hacia la Costa Brava donde sobreviví algunos días sirviendo copas en
una discoteca hasta que, harto de mi miserable existencia, regresé a Gijón por
el mismo método viajero y con unos cientos de pesetas que mi padre tuvo a bien
girarme a Llansá. Qué tiempos.
Me vienen todos estos recuerdos porque esta mañana, mientras
conducía, las ondas me trajeron ese intemporal “born to be wild” de Steppenwolf,
que abre aquella vieja peli de “Easy rider” y que dadas las referencias de su
letra se considera la simiente del Heavy Metal por muchos entendidos, y a mí me
da para pensar si ellos sí habrían leído a Kerouac.
Sigue siendo una potentísima canción, más ahora que puedo
seguir la letra, y su ritmo trepidante y contundente parece invitar al
conductor a lanzarse ruta delante de una forma mucho más convincente que esos
reggaetones que, en ocasiones, vemos como, algunos modernos, a baja velocidad
desde sus coches, van lanzando sus decibelios por el centro de la ciudad,
especialmente si esta es de playa y cuenta con paseo de copas. Socialización
moderna.
Es del 68 más o menos, cuando lo de París, y sigue siendo tan
radical que, además de ser multiversionada, sigue sintiéndose muy vibrante y
fresca; no como Miguel Ríos, que amenaza con volver de gira. Corran.
Raúl Suevos
A 10 de febrero de 2023
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