Gastronomía sarda
Aunque estamos en pleno Milanesado, la región que Francisco I
y Carlos V tanto ambicionaban, la comida
de hoy, de carácter familiar, viene marcada por la región de procedencia de quien se
encarga de confeccionarla, y en ella sólo el vino y el postre se escaparán a su
denominación de origen.
El entorno es magnífico, a una hora en coche en horario
laboral del centro, aunque para mi genere la tensión de que, al tener al lado
un campo de golf, veo con envidia al personal con sus carritos disfrutando de
lo que parece una excelente instalación. Quién sabe; quizás algún día…
El inicio del ágape no puede ser mejor pues mientras
contemplamos cómo se prepara el primer plato, Pane frattau, algo así como pan roto, nos regalamos con una botella
de Brunello de montalcino, de Casanova di Neri, Tenuta nova, del 2017, del que
podríamos decir, con comedimiento, que se trata, posiblemente, de uno de los
mejores vinos tintos de Italia. Ni que decir tiene que la predisposición, partiendo
de semejante inicio, será extraordinaria.
El Pane frattau, tiene
como base unas láminas extrafinas de pan que se conoce como Pane carasau, y que se van sumergiendo
en caldo de carne que se mantiene a mediana temperatura. Se van colocando luego
en un plato hondo o fuente -según las necesidades- que previamente se ha untado
con salsa de tomate. Colocada la primera capa de láminas de pan ablandadas, se
espolvorea con granulado de queso pecorino curado, que en mi opinión podría
cambiarse sin menoscabo por gamonéu ahumado, ye lo que hay. El proceso se
repite con sucesivas capas hasta alcanzar el nivel requerido; entonces se
corona el plato con un huevo poché, o dos, que se rompen y esparcen sobre el
conjunto. Solo queda servir, lo que se hace cortando porciones para cada
comensal. El resultado es una deliciosa sorpresa cargada de sabor y de matices.
Seguimos con unos ravioli, también sardos, que vienen
rellenos de crema de patata con menta, acompañados de una suave salsa que no
alcanzo a reconocer pero que, todo sumado, y el acompañamiento del brunello,
resultan especialmente gratificantes y nos dejan preparados para el colofón del
completo banquete.
Maialino a la brasa, o lo que es lo mismo, cochinillo con
patatas, con la particularidad de que se ha hecho sobre las brasas en trozos,
aproximadamente cuartos, y que tras viajar desde la isla cuidadosamente
empaquetados al vacio, sólo necesitan un breve calentón, antes de trocearlos,
para recuperar su condición, que resulta excelente y con una textura distinta
de la que le da nuestro tradicional horno o el procedimiento de la estaca.
Nos queda, tras haber sobrevivido al pantagruélico desafío,
lidiar con un postre de helado de yogurt y pistacho, que junto al café y la
grappa barricatta de Nonnino nos ayuda a contemporizar con la digestión y ameniza la
sobremesa.
Seguirá.
Raúl Suevos
A 2 de febrero de 2023
Comments
Post a Comment