Ciao, Silvio
En España siempre se le vio con la deformación que da la
distancia, especialmente en relación con los asuntos italianos, a los que, por
alguna incomprensible razón seguramente relacionada con nuestra historia común,
vemos siempre con un cierto desdén, incluso superioridad moral. Y es que la
ignorancia da para creerse las ficciones más increíbles, si no que se lo digan
al entonces presidente Zapatero cuando afirmaba que habíamos superado a Italia
económicamente. Qué cosas.
La realidad italiana me llegó durante los tres años que viví
en Florencia, del 96 al 99, con Silvio Berlusconi al frente del gobierno. Ya
era muy conocido para nosotros, gracias al Milán de Van Basten, Gullit y
Rijkaard, y también gracias a las Mamma Ciccio de la 5. Pero en Italia
representaba la post revolución que supuso el movimiento Manos Limpias, que
derribó abruptamente las estructuras de la república salida de la Segunda
Guerra Mundial sobre un trasfondo de corrupción generalizada.
Con Manos limpias cayeron todos los viejos partidos, también
el Partido Socialista, al que el empresario Berlusconi se había arrimado para
obtener la necesaria cobertura política, imprescindible en Italia. Un partido
liderado por Bettino Craxi, ya entonces huido a Túnez, donde moriría algunos años
más tarde y que dejaría al encantador Silvio a los pies de los procuradores
–jueces instructores- de Milán.
Il cavaliere ya tenía abiertos casi cien sumarios en
distintos lugares de Italia, algunos relacionados con la mafia y que acabarían
condenando a alguno de sus lugartenientes, nunca a él. Y es que la
particularidad del sistema judicial italiano consiste en la inexorabilidad del
tiempo, que no para aunque ya haya un sumario abierto, y que lleva a que, si
hay abogados y dinero para pagarlos, los procesos se eternicen y hagan que “il
fatto non sussiste piu”, es decir, que prescriben.
Sin Craxi, y para cubrirse con un buen aforamiento, que
también los hay allí, Silvio se lanzó a la política esperando sacar con sus
centros de opinión Forza Italia, oportunamente transformados en Partido
político en el 93, algunos escaños, pero, para su sorpresa, fue el partido más
votado al año siguiente, lo que le llevaría a presidir el gobierno por primera
vez.
Desde aquel apoteósico éxito hemos asistido los europeos, pero
sobre todo los italianos, a un constante sainete con la vida política,
económica, judicial, matrimonial y sexual de Silvio Berlusconi, que desde
aquella instrumental tendencia socialista de los primeros tiempos fue
evolucionando hacia el centro derecha que hoy representa en el gobierno Meloni.
Nos queda ahora el drama de las herencias, la económica,
inmensa pero quizás no suficiente para tantos hijos, y la política, menor, pero
fundamental en la actual Italia. Ye lo que hay.
Raúl Suevos
A 13 de junio de 2023
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