La Purga del 37
El año 1937 fue abundante en sucesos, particularmente en
España que se encontraba en plena Guerra incivil. Aqui en Asturias significaría el
fin del Gobernín, el Consejo soberano de Asturias y León, así nombrado por
Manuel Azaña, y antes de eso, con la caída de Gijón, se desarrolló la cruenta y
heroica –por los dos bandos- batalla del Mazucu, en las cumbres de la Sierra de
Cuera. Pero dio mucho más de sí aquel año.
Rusia era la gran protagonista, allí y aquí. El año anterior
empezaron los famosos “juicios de Moscú” que señalarían el inicio de la Gran
purga, supuestamente para acabar con los trotskistas, pero que se llevó por
delante a más de un millón de personas, entre cuadros del partido y familiares
o allegados. También la mayor parte de los cuadros de mando del Ejército Rojo,
fundado y dirigido por Trotski, y, por lo tanto, bajo sospecha.
En España, donde los asesores rusos eran legión, sólo se
salvó el jefe de ellos, Orlov, miembro del NKVD, que, precavido, tomó a tiempo
la decisión de salir pitando para llegar a Canadá y acabar años después
viviendo plácidamente en los EEUU. El resto de cuadros destacados en nuestro
país fueron llamados a Moscú, donde desaparecieron para siempre.
Los mandos del Ejército Rojo fueron sustituidos por nuevos
oficiales, de escasa preparación pero acrisolada lealtad al líder, Stalin. Lo
que serviría para que dos años después, en el 39, y tras iniciar una guerra de
agresión contra su vecina Finlandia, con abrumadora superioridad –¿les suena?-,
fuesen frenados con grandes pérdidas por una fuerzas muy inferiores en número y
medios de combate, pero muy bien dirigidas. Lo mismo ocurriría en 1941 con la entrada de la Wehrmacht alemana en
Rusia, sólo desbaratada en su progresión por las estúpidas decisiones de su
líder.
De nuevo la historia parece querer repetirse, según cuentan
las crónicas no oficiales, y es que el admirador confesado de Stalin, el señor
Putin, se dispondría a llevar a cabo una purga entre, no los generales, que
serían la autentica amenaza pero son poderosos, sino contra los cuadros medios,
los jefes de unidad tipo batallón, que aplaudieron, sin reaccionar, el avance
de las tropas de Wagner.
El rey, al parecer, está desnudo. Al menos así nos lo ha
mostrado el fracasado golpe militar, y ahora necesita proclamar lo contrario,
de ahí su baño de público en Daguestán, pero también tiene que purgar para
demostrar que mantiene el poder. Su problema, como siempre ocurrió con las
purgas, está en ajustar la dosis y la duración, para no acabar de destruir al
enfermo, en este caso su ejército, y con ello al propio régimen y su poder.
Raúl Suevos
A 30 de junio de 2023
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