Los solteros de la tabla redonda
Recuerdo de mis días infantiles que el domingo, tras la misa
de doce, se definía el momento del vermú para todo aquel que podía
permitírselo; la mayoría pues eran tiempos de casi pleno empleo, y, además, en
Asturias, éste estaba bastante bien pagado.
No había quizás tantas terrazas y variedad de marcas y
posibilidades como hoy en día. En aquella época todo se reducía a un vermú,
posiblemente casero, o un vaso de vino, tal vez acompañado de unos calamares
fritos para que los niños picásemos algo mientras los padres departían. Eran
buenos tiempos.
Ahora, en Gijón, aunque pocos vayan a misa, tenemos gran
cantidad de terrazas para elegir, y gran surtido de marcas de vermú, cervezas o
vinos para escoger, aunque los usos parece que han ido variando con el tiempo;
y así, se da el caso que, pasadas las doce, lo que más se aprecia en las
terrazas domingueras es personal degustando un café con churros o similar. Ye
lo que hay.
En la zona de Begoña observo una casi silenciosa terraza,
pese al pleno de ocupación. Y es que la gente parece cansada, casi desmayada,
producto de la folixa del sábado noche, posiblemente. Aquella que inmortalizó
John Travolta, pero estilo gijonés.
En torno a una mesa redonda un quinteto de féminas, más cuarentón
que treintañero, conjuntadas con unas camisetas rosa fucsia con un letrero que
no alcanzo a descifrar, se inclinan parsimoniosas sobre sus tazas, dejando
algunas de ellas abandonados en el plato los churros. Se ve que el cuerpo sólo
está para la cafeína.
Más allá, cercanos pero ignorándose, un grupo mayor de
jóvenes varones, cercanos a la cuarentena, también se afana con sus cafés,
aunque estos sí despachan los churros; se ve que están más entrenados, aunque
también se muestran silenciosos. Sus maletas de finde, rodean el exterior de la
segunda de las mesas, señalándonos a los paseantes su condición de turismo
pasajero.
Mientras busco el refugio del Dindurra divago sobre la
intención del nuevo gobierno municipal de potenciar el turismo en la ciudad,
abandonando, aparentemente, la idea de fundar el futuro de Gijón en algo más
substancial, más allá de este aspecto del sector servicios que es intensivo en
mano de obra, mal pagada, pero que poco puede dar de sí en una ciudad que no es
capaz a sacar adelante un hotel de cinco estrellas.
Son varios los miles de habitaciones turísticas censadas en
la villa, secando las posibilidades del sector hotelero, ya de por sí en pésima
situación, pero la cortedad de nuestro verano, pese al cambio climático, no
asegura una base económica para el concejo, y menos a base de despedidas de
soltero.
Raúl Suevos
A 25 de junio de 2023
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