Recordando a Celia Cruz
Ayer saltó la noticia del vigésimo aniversario de su
fallecimiento. Se la llevó un cáncer con preaviso, lo que le dio para intentar
volver a su Cuba querida antes de morir. Pero no hubo nada que hacer, el
odio y el rencor que los Castro guardan a todos los que osaron rechazar a la
Revolución es de ilimitada duración, al menos tanta como la larga existencia de
esos dos feroces hermanos.
Celia se fue de Cuba en cuanto se dio cuenta de lo que
significaba la autocracia castrista, y por ello pasó a la lista de traidores;
como el pianista Bebo Valdés, o como el autor de los Tres tristes tigres,
Guillermo Cabrera Infante; o como tantos otros. Gente que amaban la libertad y
que por ello abandonaron la Isla bonita, la inmensa cárcel caribeña que rige la
familia Castro desde hace ya 64 años, con la connivencia de la izquierda caviar
europea durante muchos años, aunque ahora sólo la España de la Yoli y el doctor
Sánchez se muestren comprensivos con aquella depravación política y social. Ye
lo que hay.
En la Cuba de hoy se pasa hambre. En la isla de las tres
cosechas no hay forma de sacar adelante una agricultura decente; y la apuesta
por el turismo, con competencia en todo el arco caribeño, no da para compensar
el coste de las grandes inversiones en hoteles de cinco estrellas, pues el
turista, salvo el sexual, no quiere salir a las calles de una ciudad que en un
tiempo fue la joya de América y hoy se caen a pedazos tras sesenta años sin
mantenimiento.
A Cuba la sostienen las remesas que envían los cientos de
miles de cubanos que, de una forma u otra, han logrado abandonar la patria de
José Martí y ahora se buscan la vida por los lugares más inopinados; como el
caso de algunos de ellos que han sido reclutados por los ejércitos de Vladimir
Putin.
En España residen multitud. La ley de Memoria histórica, en
sus dos versiones, habilitó la posibilidad de adquirir la nacionalidad española
a muchos de ellos, descendientes de españoles en mayor o menor grado. Es la
conocida allí como ley de nietos, mediante la cual nos han llegado un buen
número de brazos jóvenes, de los que tan escasa anda la nación, que, si las cosas les van bien,
acabarán instalados definitivamente en España, descapitalizando la isla
ulteriormente.
Hoy, aunque viviese, Celia no podría entrar en Cuba, el ogro
de Santiago, aunque no esté en primera fila, sigue dirigiendo los destinos de
los viejos y afectos al régimen que aún quedan allá, aunque en Europa algunos
no se quieran enterar.
Raúl Suevos
A 16 de julio de 2023
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