Vuelve el gobernín

 

Esta España nuestra se ha convertido en un sinvivir. Tan pronto viajamos en un cohete económico, aunque no se sepa muy bien hacia qué destino, como escarbamos en la historia patria en busca de restos arqueológicos de carácter político. Todo sea por el entretenimiento del personal, ye lo que hay.

El sobresalto de esta semana ha venido de la mano de nuestros vecinos leoneses, primero los miembros de la diputación provincial, con su voto a favor de una autonomía leonesa, con Salamanca y Zamora de involuntarias comparsas, y seguidamente con la declaración del alcalde de León, significándose por una autonomía asturleonesa, y a mí, esto último, qué quieren que les diga, me ha provocado un respingo, casi un latigazo, desde el hueso de la risa hasta la nuca.

Y es que casi todos los días paso en mi deambular por la siempre Plaza del parchís, antes del innombrable Generalísimo y hoy del Instituto, en uno de cuyos laterales se alza aún brillante, tras reciente limpieza de su fachada, un magnífico edificio art decó del gran Manuel del Busto, de cuya obra tenemos actualmente exposición en la Casa de Jovellanos. Una construcción que, más allá de su pureza de líneas, fue en su momento la sede del “Gobernín”, aquel invento de breve existencia montado por Belarmino Tomás –que ya la armara en octubre del 34- en el verano del 37, tras la caída de Santander gracias a la traición de los gudaris vascos, y que se autotitulaba como gobierno del Consejo soberano de Asturias y León; tan soberano y longevo como aquella Junta General y Soberana del Principado de Asturias creada al inicio de nuestra Guerra de Independencia.

El gobernín, en todo caso, es obligado reconocerlo, se apoyaba en una milenaria cultura que se inicia con Estrabón, que en sus escritos nos puso a todos, asturianos y leoneses, en el mismo saco, y que el mismo Franco continuó con algunas federaciones asturleonesas y un distrito universitario que en León tenía una extraordinaria facultad de veterinaria. En medio quedaría toda una historia que deja atrás Asturias cuando García I traslada la corte de Oviedo a León, y de la que hoy queda, como vestigio y prueba, el asturleonés en el somontano, y el bable en estas partes de la cordillera.

La realidad es que siempre nos hemos llevado bien, y de forma fluida, con un Valencia de la O, que grita al viento como los asturianos van a secar a aquellas tierras, y con unos trenes que en verano llegan a rebosar con los leoneses buscando la novena de las aguas de San Lorenzo. Pero de ahí a una nueva autonomía…

Quiero pensar, pese a que la propuesta sea plenamente legal y legítima, que se trata de un globo de aíre más, de los muchos que la política nacional nos regala casi a diario, y que, en el fondo, unos y otros, buscan sólo distraer, por eso, al modo asturiano, les digo, “dejái-vos de gandayaes”.       

Raúl Suevos

A 29 de junio de 2024

Traducción en bable en abellugunelcamin.blogspot.com

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