Memodiáticos en Cuba
Me llegan noticias de la llegada a Cuba, inicialmente a La Habana,
y después a Varadero, de un grupo de gentecilla que al parecer cuenta con gran
seguimiento en esa dimensión de la información pública que conforman las redes
sociales, hoy un universo con un alcance inimaginable no hace muchos años,
aunque, si volvemos la vista atrás, encontramos que Barack Obama cimentó su
triunfo en las primarias y después en las elecciones de su primera presidencia
precisamente en el uso masivo de, las entonces en fase primaria, redes
sociales. Es decir, que ya casi estamos en el periodo culminante del fenómeno,
con alguna de ellas, como Facebook, iniciando la decadencia.
Esa gente llegada a la otrora Perla del Caribe, y hoy cárcel insular
para desahuciados de la vida decente, pertenecen a la categoría de influencers,
tiktokers, youtubers, y otras tipologías que mi escaso conocimiento de ese
mundo no alcanza a dominar y, por lo tanto, enumerar, pero seguro que hay unas
cuantas más. Pero su comportamiento, al aceptar ese viaje, patrocinado por una
agencia de viajes catalana, y posiblemente por GAESA, la agencia militar cubana
que es dueña del negocio turístico isleño, les cataloga como memos; calificativo
que en su primera acepción la Real Academia, equipara como mentecato, o lo que
es lo mismo, “de escaso juicio o entendimiento”.
Y es que, esta patulea, de la que forma parte una conocida
miembro gijonesa de la farándula nacional, ejerciente en muchas artes sin ser
virtuosa en ninguna, algo por otra parte consustancial con el mundo de las
redes sociales, se dedica a inundar el espacio cibernético con todo tipo de
entradillas contando e ilustrando las mil maravillas de su estancia en la mayor
de las Antillas, pasando por alto la cruda realidad que les rodea, aunque sin
salpicarles, y obviando, por supuesto, la miseria de la diaria circunstancia del
cubano de a pie. Ye lo que hay.
Ellos se alojan en La Habana en hotel de cinco estrellas,
visitan los Tropicanas y clubs para turistas adinerados de la ciudad sin
apearse de los haigas vintage puestos a su disposición, se retratan en lugares
paradisíacos acotados para ellos, algo que repiten en la segunda parte del
viaje en Varadero, y en ningún caso nos cuentan que esos maravillosos hoteles
están construidos con el sudor de los médicos cubanos enviados por el gobierno
a trabajar en terceros países con contratos draconianos, en lugar de mejorar la
depauperada sanidad del país; tampoco que el gobierno no tiene dinero para comprar
comida en el exterior porque ya ni las remesas de los expatriados llegan, pues
estos prefieren usar su dinero para pagar una escapatoria a sus parientes antes
que mantenerles allí.
El poco turismo que llega es ruso, sin divisas fuertes, y que
no alcanza para cubrir esas tremendas inversiones llevadas a cabo por la
dirigencia militar en hoteles. Y es que ya sólo la Venezuela de Maduro está
dispuesta a seguir apoyando el régimen, aunque cada vez con menores envíos de petróleo,
si bien en estos días Raúl Castro lo compense con contingentes de personal del
servicio de información para controlar a la oposición venezolana, como ya
ocurriera en pasados periodos convulsos de aquel país.
En Cuba se pasa hambre, y se muere por falta de medicamentos.
Son tantos los que han huido de la isla que ni al Ejército le llega el remplazo
para cubrir sus necesidades de personal –algo bueno tenía que tener la
situación- y mientras, estos memodiáticos, neologismo que acabo de inventarme
mezclando al memo y al mediático, se dedican a “vender” una imagen del paraíso caribeño
que ni alcanza ya a su misma privilegiada y temporal situación.
Raúl Suevos
A 3 de agosto de 2024
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