La Caída

 

La película que me viene a la memoria es la que trata de describir los últimos días de Adolf Hitler, encerrado en el bunker de la Cancillería de Berlín, junto a sus más cercanos colaboradores, mientras en torno a él todo se desmorona al paso de las fuerzas devastadoras del mariscal Zukov, enviado por Stalin, y ayudado por la pasividad en el avance de los Aliados al mando de Eisenhower.

Me viene el recuerdo cuando contemplo, de la mano de las informaciones que pese a la férrea dictadura consiguen salir, la calamitosa situación en la que Cuba se encuentra, y que no hace más que empeorar cada día, mientras el viejo dictador, Raúl Castro, se mantiene seguro y cómodo en su casa de la Zona cero, en Siboney, en las afueras de La Habana.

Durante mi estancia allí, entre 2010 y 2013, la vida ya era bastante dura para el cubano de a pie, aunque existía la esperanza de que, con presidencia Obama, las cosas podrían mejorar. Moratinos ayudaba con la salida de los presos políticos de Fidel, encarcelados por su soberana voluntad desde el 2003, quitándole a Raúl un dolor de cabeza adicional, parecido a lo que ahora hace el doctor Sánchez con el presidente electo de Venezuela. Pero, en general, la escasez se hacía notar en los mercados habaneros y en las tiendas de venta en divisas o pesos convertibles.

Ya entonces campaba el Dengue, también el Zika y el Chikungunya, virus, en algunos casos letales, trasmitidos por el mosquito, aunque no se conocía el Oropouche, que hoy también asentado en la isla. Pese a ellos, el turismo parecía la panacea del futuro, y el régimen se lanzaba a la construcción de hoteles de alta categoría. Los canadienses eran los principales clientes, y la seguridad, que permitía salir a cenar a las paladares habaneras, con la precaución de ver dónde pisabas pero sin miedo al asalto, suponía un valor a tener en cuenta en comparación con otros destinos caribeños.

Hoy se come poco y mal en los hoteles, porque la falta de pagos alejó a los proveedores, y la agricultura cubana no encuentra guajiros dispuestos a suministrar al Sistema nacional de acopio, que paga poco y tarde. Las cifras de turistas caen, con sólo los rusos apareciendo, y pronto los chinos dicen, y aquella seguridad de antes se traduce en atracos en la carretera del aeropuerto de La Habana y en los cruces nocturnos de gran parte de la isla. Todo se desmorona y los cubanos tratan  por todos los medios de abandonar el país.

Mientrastanto, el viejo dictador, Raúl Castro, se apoltrona en su refugio esperando una muerte dulce y apacible. Ye lo que hay.  

Raúl Suevos

A 15 de septiembre de 2024

 Traducción en llingua asturiana en abellugunelcamin.blogspot.com

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