Pasos juveniles por el Muro de San Lorenzo
Estaba este viernes la ciudad que casi no se podía andar; por
allí deambulaban los de siempre y un montón de caras nuevas, que además, para
sorpresa del viandante, hablaban raro, aunque tras oír varias conversaciones
uno identificaba que eran el inglés y el alemán las lenguas que utilizaban.
Habrá cruceros en el Musel, pensé yo.
Y así era, dos a falta de uno, con varios miles de viajeros a
bordo de ambas naves, de los que una buena parte, imagino, habrían tomado
alguna de las distintas rutas de autobús que las compañías suelen ofrecer a
estos particulares turistas, y que, posiblemente, tendrán Oviedo y Covadonga
como destinos principales.
Al resto, los menos intrépidos en apariencia, les queda la
opción de visitar la ciudad, la nuestra en este caso, Gijón, que se llena de
familias y, sobre todo, parejas de gente mayor, convencidos, como sucede con
los españoles, que la vida no se acaba con la jubilación, y que aún queda mucho
por hacer y conocer. Es una sensación extraña ver de golpe tanta tercera edad
en actitud curiosa paseando de un lado para el otro. Ye lo que hay.
En la Plaza del Marqués, punto neurálgico del Gijón
turístico, las terrazas no daban abasto, entre nacionales tomando el vermú y
cruceristas degustando la gastronomía local, lo que imagino que pondrá
contentos a los hosteleros locales que ya disfrutan un septiembre con más
turistas de lo que suele ser habitual. Un día redondo, en suma, para ellos.
A mí, que observo como un acordeonista que ameniza el entorno
desde el pozo romano recibe una numerosa recompensa de estos viajeros, me llena
de regocijo el ver esta animación viajera en personajes tan entrados en años
-la cifra de los que se van quedando hospitalizados en los distintos atraques
es un secreto más guardado que el cómo los israelíes han jaqueado los buscas
del personal de Hezbollah- pero aplaudo su resolución, y me parece justo que
disfruten del trabajo de tantos años, pero al mismo tiempo, y aunque pueda
parecer demagógico, no dejo de percibir lo anómalo que es este viene y va de
los mayores, mientras la economía occidental no parece ser capaz de generar
puestos de trabajo lo suficientemente pagados como para que el día de mañana,
cuando sea, los jóvenes actuales también se puedan ir de crucero, o a donde les
pete, que diría Pinón.
En todo caso, Gijón lucía hermosa en plena y enorme bajamar
en su playa de San Lorenzo, y la lluvia, que llegaría puntual a media tarde,
parecía querer darles un respiro a los viajeros para que pudiesen apreciar en
su esplendor a Don Pelayo en su pedestal.
Raúl Suevos
A 20 de septiembre de 2024
Comments
Post a Comment